viernes, 24 de julio de 2009

Las canas de mi papá

Ay, otra vez la muerte, esta vez en forma de apegos. Quizá parezca perverso, siniestro o más bien es mi manera de no borrar a las personas que se han adelantado en el camino. Por ejemplo podría haber borrado dos teléfonos de mi celular, pero no puedo porque tenerlos significa estar cerca de mis dos amigos. Cada vez que busco a David y aparece el David muerto, pienso: ¿será momento ya de despedirme? Entonces finjo demencia y lo dejo como si esperara oír su voz para vernos pronto. Por supuesto también me niego a borrar a Roberto. He pensado en marcarles, pero no soportaría escuchar otras voces que no fueran las de ellos, ni tampoco oír sus voces desde la dimensión desconocida. Pero eso no es todo, tengo una tarjeta anaranjada del Pájaro, otro compa que voló mientras tomaba un baño. Me niego a tirarla; la guardo en mi cartera pensando que tal vez lo llegue a necesitar pronto.
Y siguiendo con lo bizarro diré que al morir mi papá decidí guardar unos cuantos cabellos; ni siquiera se los corté estando muerto, es más ni siquiera me despedí. Recuerdo que un día en el jardín de la casa de mi mamá encontré cabellos, creí que eran las plumas de algún pajarraco, pero cuando los toqué y vi las canas supe de quién eran. Entonces apareció la imagen de mi mamá cortándole el cabello. Así que los tomé y los puse en una libretita como de bautizo con una imagen de un Cristo en éxtasis. La guardé durante mucho tiempo, hasta que un día me censuré por siniestra y la tiré. Tiré las canas de mi papá. Hoy soy incapaz de borrar a mis otros muertos.

sábado, 18 de julio de 2009

Una película antes de morir


Ya sé que la muerte no se anda con cuentos, pero es un hecho que a mayor edad mayor es la proclividad a pensar en ella. Por eso crecer es triste porque eres consciente de que mueres diario. A esto hay que agregar los amigos, conocidos y fulanitos que se han marchado intempestivamente. Hace diez años no me inquietaba tanto la muerte, pero hoy es más frecuente ver el mar negro y abismal en mis sueños.

Esto viene a cuento porque ayer, en el lugar menos indicado, supe que Roberto había muerto en un accidente de auto. Entre el chacoteo de la gente, el ruido de los vasos al chocar y el desmadre de la quincena,vengo a enterarme en una cantina que hace un año él ya no está aquí. Y digo: mierda, nos distanciamos, lo extrañaba, creí que todavía había esperanza para el encuentro. Pero mis esperanzas se marcharon de putazo, como él. Y pienso en el ciclo que nos tocó vivir a ambos. Fuimos novios, pero no resultó porque no me gustaba ni un ápice;  creí que no importaba porque podíamos hablar de varias cosas, podíamos reírnos y filosofar. Cuando terminamos le dio el mal de amores, así que nos dejamos de ver. Pero después se recuperó. Entonces íbamos al cine, oíamos música, nos recomendábamos nuevos grupos, presumíamos nuestras adquisiciones musicales, hablábamos de viajes, de nuestras conquistas, de Laura, de ser felices con alguien. 

Su recámara era pequeña y la ocupaban libreros con discos compactos, libreros enteros con historias alrededor. Peter Murphy, Santa Sabina, Fratta, Roxy Music, Brian Ferry, David Byrne, Tuxedomoon, Cocteu Twins, This Mortal Coil, Soda Stereo, Consumatum Est, Lila Downs, David Byrne, Cafe Tacuba, Talking Heads, Kid Loco, Thievery Corporation, Los amantes de Lola, David Bowie, Hooverphonic, Radio Futura, Bel Canto, Dead Can Dance, Air, Veneno para las Hadas. Mi amigo era una enciclopedia musical y lo sabía, de ahí su soberbia; le gustaba la buena vida y no le pesaba viajar de Villa de Cortés a Satélite.

Y un día se nos metió el demonio. Nos peleamos por una vanalidad; le grité y se molestó. Él deseaba quedar bien con Laura, el amor de su vida, yo quería a dos diyeis en mi fiesta de cumpleaños, y Laura sólo quería mezclar. Nuestra hermosa Laura, que se divertía coqueteando diciéndole a Roberto cosas bonitas de mí, nuestra querida Laura, que después se volvió Ethel, terminó mezclando junto con otro diyei mientras Roberto y yo nos veíamos feo. A partir de entonces nos alejamos. A veces reaparecía pero ya nada fue igual entre nosotros. Laura, en cambio, se dio una oportunidad con Roberto.
Muchas veces pensé en marcarle y hablar para limar asperezas, pero no lo hice. Extrañaba nuestras charlas, la música, a su tía, a su madre, incluso a su hermano, quien me dio la noticia. 

Traté de pasármela bien en la cantina, pero ya tenía el nudo pesado en la garganta. A las seis de la mañana lloré como hace un año; llegaron los recuerdos como en película antigua, uno a uno. Quizá él también los tuvo a la hora en que lo acechaba la muerte. Espero que también haya visto la película y yo haya aparecido en algún cuadro.




viernes, 3 de julio de 2009

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