jueves, 11 de septiembre de 2014

Cuento objeto


Un día un tupper y una bolsa se encontraron e hicieron más que migas. En su transcurrir pasaron aventuras y desventuras propias de su condición.
Lo que sucedió después lo sabe la persona que recibió este regalo.

Los Artesanos de historias se acercan a las vivencias de uno, pero sobre todo a lo que ronda en el corazón. Tienen experiencia en cuanto a navegar por las tripas del otro, han escalado los sentimientos más puntiagudos; no temen a la muerte y mucho menos a sentir.
Lo único que necesitan es que les cuentes tu historia para que la traduzcan en fantasías.





martes, 12 de agosto de 2014

Triste destino

El escándalo iba en aumento. Al principio sólo había diez personas, pero después el número se triplicó. La música se oía por toda la cuadra; las papitas y los vasos ya eran parte de la alfombra junto con uno que otro vómito. Justo en aquel paraje se encontraron los hielos, uno pertenecía al vodka, otro a la Coca Cola. Como pudieron salieron de su encierro, se resbalaron a través de la alfombra con total maestría, hasta llegar a un rincón libre de pies humanos.
Fue ahí donde por primera vez sintieron la humedad de sus cuerpos; donde se rieron de los otros, de lo feo de sus zapatos, de su forma tan pesada de andar y de sus voces estridentes, especialmente cuando tomaban alcohol y a veces los masticaban para sentirse “más frescos”.

–Dame un beso –sugirió Hielo Coca

Hielo Vodka se acercó y por primera vez probó las delicias del azúcar, una sensación de armonía recorrió su estado sólido. Mientras que Hielo Coca se sintió embriagada con el sabor amargo del otro. Pero a medida que pasaban las horas, ambos se iban haciendo más pequeños.

–Me estoy derritiendo por ti –dijo Hielo Vodka.
–Yo también –contestó sonriendo Hielo Coca.

A la mañana siguiente llegó la señora que hacía el quehacer. Lo primero que hizo fue recoger los vasos tirados y las papitas; luego se dedicó a borrar los vómitos con el trapeador y aquel charquito de refresco derretido.

martes, 15 de julio de 2014

Ciclos





Se experimenta una sensación similar a cuando vuelves a andar en bicicleta después de años de no hacerlo. Te subes en ella y vienen los recuerdos. Así sucede cuando uno vuelve a encontrarse con el fue el amor de su vida. Recuerdas por qué te enamoraste y sentiste las mariposas esas, pero al mismo tiempo por qué te separaste.


martes, 8 de julio de 2014

viernes, 4 de julio de 2014

Hoy




Y pasa que esos que alguna vez fueron parte de tu vida se convierten en un poste, en una pared, en una calle a las cuatro de la mañana, en un infomercial. Pasa que sus voces, aunque familiares, son ecos que retumban en tus oídos sin provocar. Pasa que ya no te identificas con sus proyectos, ni con su círculo de amigos pasados o recientes y menos con sus deseos. Pasa que los abrazos se articulan mecánicamente, con los brazos y las manos de robot. 

Pero cuando ves a tu amiga, justo a la que esta aquí, vislumbras un café con azúcar mascabado, una cerveza, un cigarrilo de mota, charlas, empatía. Escuchas su voz  divertida y cercana retumbar en tus oídos y expanderse por tu espíritu. Entonces te alegras de que sea parte de tu vida y al mismo tiempo te entristeces por aquellos amigos que alguna vez tuvieron eco y terminaron erosionándose.

viernes, 27 de junio de 2014

De cuando la afinidad no requiere de artilugios






Sucedió que un arquitecto pensó en dos ventanas y un albañil las construyó. Así fue como se encontraron y coincidieron. No necesitaron embonar una en la otra, ni siquiera se esmeraron en forzar las cosas entre ellas, sólo se acoplaron sin tener que decirse.

A veces una se abre, a veces la otra permanece cerrada, pero no importa porque saben que en algún momento se van a coordinar sin cuestionar por qué la pared donde reposa una está más sucia o por qué hay una grieta en la pared donde vive la otra.

Las ventanas llevan años juntas. Hasta ahora han sobrevivido a tormentas, granizos, rayos, fríos, temblores y rayos ultravioleta. Lamentablemente su arquitecto no corrió con la misma suerte, sin embargo ellas siguen como el primer día. 

Al igual que las paredes conocen los secretos, aunque jamás osarían contarlos; distinguen los gritos, las peleas y los murmullos de sus habitantes, incluso sus gustos musicales.  Son perspicaces, saben por ejemplo, que la pareja del 403 jamás encontrará la pieza faltante del rompecabezas y mucho menos la empatía. Hay momentos en que desearían manifestarse y gritarles desde arriba “huyan de ustedes, nunca van a coincidir”, pero esto no sucederá porque las ventanas no hablan.


viernes, 20 de junio de 2014

Despedida






Estábamos en una reunión, al parecer era en el campo. Había varias personas. Mi amigo estaba particularmente sensible. Sentado junto a mí, que fui su pareja durante pocos meses, comenzó a llorar. Lo abrace y así permanecimos varios minutos. 

“Fui una pareja vieja para ti, para M, para X y para C. No hay mucho que hacer. Estoy harto del veneno mensual. A la chingada, me doy por vencido. He decidido soltarme”, dijo mi amigo.

Me dejó unos minutos en el sillón y desde la ventana vi cómo abrazaba a otra chica, quizá otra ex novia.

El despertador sonó a las 8 de la mañana. Aún no podía distinguir si me encontraba llorando en el campo con mi amigo o tras las cobijas. De lo único que estaba segura era de que deseaba escuchar su voz y guardar la certeza de su respiración con toses intermitentes incluidas.

jueves, 22 de mayo de 2014

Sobreexposición visual


Sales a la calle y miras lo que se te dé la gana. Miras a la gorda con mayones blancos, a la escuálida con mayones negros, el tatuaje del cajero del Oxxo, la joroba de la octagenaria, a los oficinistas con círculos de grasa en el saco, a las cougars de tacones-zancos, a los ciclistas amateurs, también a los hombres que caminan por el camellón.  Miras el “se renta”, también al vagabundo con media pierna de fuera, a la cucaracha color cabello de algunas mujeres, a la loca que grita entre los coches y te recuerda que las brujas existen; al hombre y a la mujer poco agraciados, al cielo color melón, al piso y a los escupitajos, a los zapatos del aparador, a los encabezados de los periódicos, al niño con los mocos en la mitad del rostro, a los vientres amasados con rodillo, a los que ya se salieron de cauce, el sol, la luna, al albañil de pantalones pegados, a la chica bien con ropa de marca, a la mesa de al lado, al extranjero con mapa en mano, al ojiverde, a la mujer de labio leporino, al perro dando pasitos como de ballet, a la dueña gritándole, a las gotas de lluvia, a la pared resquebrajada por otro temblor, a las flores marchitas, a los sanjuderos con cejas depiladas, al de los periódicos, a la virgen del taxista, a la viejita con el hijo tarado, al matrimonio aburrido, a los novios devorándose en un rincón del metro, al hombre que sabrosea a la mujer de minifalda, al mensajero de la moto, al “viene, viene”.


Miras y si te cansas, cierras los ojos y escuchas lo que hay a tu alrededor. Lo más seguro es que no puedas permanecer ni diez minutos con los ojos cerrados porque querrás ver todo lo que se te dé tu regalada gana.
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