miércoles, 25 de noviembre de 2009

Dormir, despertar y dar delete


Me encanta dormir, duermo por voluntad, cuando comienzo a tallarme los ojos, cuando termino de comer y quiero una siesta. Sin embargo me aterra dormirme en la vida.
He pensado todos los días en mi perro, en cómo se marchó, en si deveras morir era una alternativa o seguir esperándome cada fin de semana para salir a pasear. Una a una las imágenes vienen y los recuerdos hoy siguen estando, aunque en unos meses quedarán deshabitados.
Lo de ayer me llega como fotografías fuera de foco; historias que parecen una creación de mi cabeza, ilusiones partidas. Estuve dormida cuatro años soñando con una vida irreal, con un hombre sacado de un cuento de niñas-cenicientas. Y cuando desperté me asusté de mi imagen frente al espejo. Pero dejé de bostezar y le di la bienvenida a mis ojos abiertos en la mitad de la noche, excepto a los instrusos; esos robaron mi intimidad y me dieron una idea: volver a empezar.
Así fue como cambié de escenario; despedí la comodidad de mirar desde un vidrio de auto a los otros, me despedí de mi cómplice. Vi cuando le inyectaban el líquido y cómo su respiración agitada se transformaba en paz; primero un paro respiratorio, luego el corazón estático. Tomé su patita y sentí su ligereza, en cambio mis lágrimas inclinaban mi cuerpo como si cargara dos costales de cemento. Los ojos de Hugo ya nunca se abrieron, lo mismo sucedió con una parte de mi historia.

martes, 17 de noviembre de 2009

El curso de las cosas

Pasó el tiempo y terminaron por volverse unos completos extraños. Fue entonces cuando dejaron de extrañarse.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Aparición

Acaba de pasar el Día de muertos, sin embargo el hombre decidió aparecerse en el microbús aprovechando los festejos. Sucedió que una blancura abrasiva invadió el espacio, justo cuando él, con su pijama a cuadros, intentaba adueñarse de un asiento.
El hombre sonreía y de perfil sobresalían sus dientes; sus ojos ya eran cavidades y una gorra tapaba los cabellos extinguidos. Aquel espectro no cesaba de hablar con su acompañante, como si el mover los labios le diera la certeza de estar vivo, de olvidarse por un momento de su panteón quimioterápico.
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