miércoles, 29 de abril de 2015

Lo que hay es la luz



Gaby decía que si ganaba el PRI se iba a ir del país y se fue a otra dimensión; que no quería llegar a vieja y se salió con la suya. El domingo, de camino a México, había una ambulancia parada en la carretera. Inevitablemente se fueron apareciendo los recuerdos que pensaba ya más diluidos.

Antes, cuando oía a las ambulancias, me ponía de malas porque el ruido que hacían calaba los oídos e incluso llegaba hasta las tripas. Me imaginaba lo que sentiría la gente que iba acompañando a su familiar o amigo desde aquella posición, en la que, a través de la puertita, se veía la vida desde afuera.

Hace dos años me tocó estar adentro de una ambulancia, iba con Gaby. Mientras estaba adentro pensaba en por qué me había tocado justo a mí, en que hacía una hora habíamos comido pollo con tortillas, en que todos estábamos felices de haber llegado en bicicleta hasta aquel lugar, en que hacía calor, en que no entendía por qué los escenarios cambian tan violentamente, en la fragilidad, en lo que pasaba por la mente de Gaby justo en ese momento (si es que todavía pasaba algo), en su otra mirada, tan diferente a la de siempre, en su silencio y en su voz grave, pero armoniosa, en su sonrisa, en que me asustaba su forma de respirar, en que quería empujar la puerta de aquella ambulancia y regresar la cinta de la historia media hora antes para recomenzarla. Pero la cinta seguía avanzando. Y así, desde su otra dimensión, Gaby se salvó de las incongruencias del PRI, de tener un cutis con grietas y achaques de vieja, justo lo que ella no quería. ☺
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