sábado, 17 de julio de 2010

Tres mujeres


I
Salen de la casa, la toma de la mano, van al parque; el columpio la acerca a las nubes y él no deja de sonreírle. Tampoco deja de sonreírle a la mujer con la cual sale desde hace unos meses, sin embargo la sonrisa se borra cuando discute con su ex mujer.
          La lleva a pasear, le compra unos tenis, un helado de chocolate, se le cae en el vestido, pero no importa, se ríen y Eduardo la carga y la protege entre sus brazos de tronco maduro. Y le presta sus brazos a la mujer después de hacer el amor, luego recibe una llamada que lo levanta de la cama, entonces discute con la ex mujer: son mis asuntos, no tengo porque darte santo y seña de mi vida privada. Cuelga y regresa pensativo, mientras la mujer se pregunta cómo chingados reaccionar.
          A la mañana siguiente se despiden después de beber un té rojo. Ella a su casa, él al trabajo. Ella a no intentar imaginar historias que aún ignora si sucederán; él a hacer cuentas y a pensar que mañana tiene que recoger a su hija en la casa de la ex mujer. Ella se llama Sofía. Mariana, la ex mujer, Emilia, la hija.

II
La dinámica con Sofía es sana: cena-caminata, caminata- cena, cena-cine, cine-casa, charla-cena, miradas-sonrisas, bici-bici, miradas-pudores, palabras-palabras con eco, risas-risas, mota-mezcal, miradas profundas-sonrisas con arruguitas, música-música, cena-casa, casa-cama, cama-cuerpos, sudores-olores, cuerpos-sueños, sueños-mosquitos, mosquitos-insomnio, insomnio-incertidumbre. Incertidumbre-ellos.
          La dinámica con su ex mujer es compleja. Acuerdos-desacuerdos, reclamos-conciliaciones, horarios-disciplina, recuerdos-rencores, chantajes- chantajes, vínculos-separaciones, huevos-ovarios, pocos huevos-ovarios, perra-cachorro.
          La dinámica con Emilia es lúdica. Despertar-despertar en la cama de su papá, jugar-jugar, desayunar-ensuciar, seguir jugando-seguir jugando, ir al parque-ir al centro comercial, preguntar-preguntar, contar cuentos-arrullar, arrullar-contemplar, contemplar-contemplar, maravillarse-descubrir.

III
Son las 12:00 am. Los mezcales se evaporan. Los labios se tocan y apenas lo hacen, Sofía siente que una fuente emana de su cuerpo y Eduardo que comienza a germinar vida. Entonces llega el abrazo y la lengua y los besos por entero; los rincones, los placeres, las bocas abiertas, los brazos que reciben, los suspiros, los gemidos, los lamentos.
          Recuerda los pies de la ex mujer cuando ve los de ella, aunque difieran. A Eduardo le gustaba sostenerlos y mirarlos, luego los besaba y los devolvía a su sitio. No hay más, sólo algunos detalles que intenta afanosamente revivir.
          Emilia llora en la mitad de la noche. Eduardo la alcanza a oír en su cuarta bocanada, entonces la carga, la mece entre sus brazos, le dice que no sienta miedo, que va estar bien. Sin embargo él es el primero en sentir miedo, el miedo de estremecerse frente a otra mujer. Emilia se apacigua después del cuento de la princesa y entonces se duerme en los brazos de su papá.

IV
Sofía teme que la abandonen en medio del mar. Mariana teme perder el control, Emilia le teme a la oscuridad, Eduardo teme volver a sentir. Sofía teme el sí y el no; Mariana teme no poder armar el rompecabezas del hombre que alguna vez amó; Emilia, que su papá muera, Eduardo, actuar sin el deber ser. Sofía teme no ser amada, Mariana que la dejen de idolatrar, Emilia, al monstruo del armario, Eduardo teme que sus ideas de familia feliz se esfumen.

V
Nadie me verá llorar, dice Sofía con el libro de Cristina Rivera Garza entre el pecho, nadie, oíganlo bien. Yo no voy a sufrir por un cabrón, óyeme bien, sí, tú. Mi corazón se estremeció, pero no se apendejó, está bien pese al ligero soplo, pese a las palpitaciones, a la sonrisa interrumpida. Y ¿sabes qué? Tú te lo pierdes, no soy una perra, pero tampoco un cachorro. Me llamo Sofía y nadie me verá llorar. 
          Azota la puerta del auto, se mete a su casa, golpea unos cojines y grita maldiciendo por la estancia de su casa. Eduardo baja del auto y camina entre los árboles húmedos que mojan su rostro de por sí ya empapado de lágrimas. Camina obnubilado, demasiada mota mezclada con una extrema confusión de sentimientos; mezclar no es bueno, lo dicen los anuncios.

VI
Han pasado los días y los espacios, antes relativamente llenos, comienzan a vaciarse, sin embargo el extrañamiento es inevitable. Llegan viñetas en colores vivos donde Eduardo y Sofía ríen tumbados al sol. Ella intenta borrarlo de su disco duro, pero el delete no es permanente. A veces lo busca en la promiscuidad de internet, esperando señales de vida, otras lo odia y se felicita por no haber lidiado con tibiezas, aunque otras más, despierta de noche pensando que está a su lado. Eduardo no dice gran cosa, sin embargo le ha quedado el sentimiento de “la cagué.”


VII
Es diferente. No es la mano de Emilia, es la de Mariana la que él toma y no suelta en el parque mientras columpian a la niña, la única que sonríe, por cierto. Ellos ignoran que las sonrisas forzadas terminan por arrugar el ceño, pese a ello luchan por estar.
          Cuando se acerca la hora de dormir hace frío y como dos espectros tratan de darse vida, recreando lo que sintieron por primera vez al hacer el amor. El terapeuta dice que es normal tras una larga separación, entonces les deja ejercicios y dinámicas; ellos se miran y su reflejo es el de una grieta que irremediablemente crecerá hasta dejarlos a cada uno en un extremo, sin embargo prefieren evitar el tema. Eduardo se aferra al “continuará” (en el fondo odia las segundas partes).
Sofía no ha vuelto a las andadas. Sale de noche, pero regresa sola a su cama, por convicción. A veces demasiadas endorfinas, otras una astenia posprimaveral le juega malas pasadas, así su vida.

VIII
Las letras de la pantalla hacen olas chiquitas y grandes, lo cual significa que los ojos de Sofía están agotados. Eduardo está aburrido de mirar cada segundo su blackberrie. Ambos saldrán a caminar para distraerse, andarán por el mismo sendero, aunque no lo intuyan.
          Ella caminará flotando, pensará en los por qués y en que las mejores historias de amor son las cortas. Las jacarandas se alzarán como nubes moradas.
          Eduardo recordará las lecciones de botánica con Sofía y pensará que las jacarandas son alucinantes sin droga alguna, tomará fotos con su teléfono. Sofía recordará también las lecciones de botánica y a ellos sorprendidos ante las texturas de las plantas mientras el ácido inundaba sus cuerpos.
          El camellón será una alfombra morada con azul que se abrirá a manera de pasillo por donde sólo circularán ellos. Los autos enmudecerán y la gente desaparecerá sin más. Ambos percibirán el ambiente y seguirán caminando sin un fin, quizá hacia su propio centro. Probablemente se encontrarán en un punto, se mirarán a lo lejos y no sabrán cómo reaccionar, quizá se seguirán de frente, quizá se sonreirán. Quizá terminarán abrazados varios minutos debajo de las nubes moradas. No tienen planes, ignoran lo que sucederá.



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