El hombre camina en la nieve y cada vez que sus pasos
intentan ir más rápido sus pies se sumen, como si se dejaran llevar por la profunidad del paisaje. Sólo
veremos la blancura cegadora y al
hombre mover los pies sin cambiar de ritmo, sin alterarse siquiera ante la monotonía del blanco. Su respiración se entrecorta, sale vaho de su boca, quizá la manera de comprobar que
sigue vivo. No hay atras, ni adelante, sólo un horizonte abismal, mudo.