Desde el primer momento que se acostó con T, supo que jamás le llamaría para ir al cine o a tomar un café. El mundo paralelo de P le puso los pies sobre la tierra y prefirió disfrutar sus encuentros. El afán de N por buscar cariño cada vez que bebía, le hizo comprender que no quería ser ni una dama ni tampoco un perro de compañía. Entonces concluyó que T, P y N eran tan sólo letras aisladas que jamás llegarían a ser parte de su alfabeto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario