jueves, 21 de octubre de 2010

Adentro y afuera


I
Tomó la foto sin esperarla a ella. Tomó la foto sin esperar una historia, sólo ese instante, como dicen gastadamente los anuncios. (Después en las montañas, en un avión, en un país, en otro, tomados de la mano, allí descansarán ellos en las fotos archivadas.)

II
Treinta personas de más de un lugar del mundo se reúnen en un bar para celebrar que ya no se verán más las caras, como venía ocurriendo desde hace un año. Midori ya lo había visto caminando cerca de la universidad. Emilio no, eso pensaba.

Abunda la cerveza, los ojos comienzan a brillar, las voces van cobrando amplitud a medida que los tragos aumentan; las lenguas se mezclan en una especie de Babel. Midori está en otra mesa con dos amigas, casi no hacen ruido, pero son lo suficientemente atractivas como para que más de un hombre voltee, Emilio, por ejemplo. Ella se está riendo, instante que aprovecha él para tomarle la foto, la que dos amigos enmarcarán como pretexto para no parecer demasiado obvio.

III
Lo que sigue es organizar un viaje a las montañas, de despedida. Emilio, Midori y otros más. Y sucedió que platicaron por primera vez, aunque ya se habían visto antes, detalle en el que Emilio no se percató.
         Seis meses después cuando Midori inevitablemente se volvió más que familiar, Emilio decidió poner orden en sus fotos, entonces las acomodó, tiró algunas, dejó otras. La foto enmarcada salió de los archivos: Midori en medio de los dos amigos sin mostrar trazas de haber descubierto una mirada in fraganti tras un lente. En realidad ella lo estaba esperando silenciosamente, con una sonrisa, la misma que probablemente tendrá en el instante en que una mirada tras un lente dé clic, justo después de la ceremonia de unión; la foto donde saldrán juntos, la que convivirá en la mesita, junto a la foto enmarcada por los amigos, junto a Midori esperando ser reconocida.

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