martes, 12 de agosto de 2014

Triste destino

El escándalo iba en aumento. Al principio sólo había diez personas, pero después el número se triplicó. La música se oía por toda la cuadra; las papitas y los vasos ya eran parte de la alfombra junto con uno que otro vómito. Justo en aquel paraje se encontraron los hielos, uno pertenecía al vodka, otro a la Coca Cola. Como pudieron salieron de su encierro, se resbalaron a través de la alfombra con total maestría, hasta llegar a un rincón libre de pies humanos.
Fue ahí donde por primera vez sintieron la humedad de sus cuerpos; donde se rieron de los otros, de lo feo de sus zapatos, de su forma tan pesada de andar y de sus voces estridentes, especialmente cuando tomaban alcohol y a veces los masticaban para sentirse “más frescos”.

–Dame un beso –sugirió Hielo Coca

Hielo Vodka se acercó y por primera vez probó las delicias del azúcar, una sensación de armonía recorrió su estado sólido. Mientras que Hielo Coca se sintió embriagada con el sabor amargo del otro. Pero a medida que pasaban las horas, ambos se iban haciendo más pequeños.

–Me estoy derritiendo por ti –dijo Hielo Vodka.
–Yo también –contestó sonriendo Hielo Coca.

A la mañana siguiente llegó la señora que hacía el quehacer. Lo primero que hizo fue recoger los vasos tirados y las papitas; luego se dedicó a borrar los vómitos con el trapeador y aquel charquito de refresco derretido.

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