Mi primera noche fue una mezcla de invierno con verano, entre gotas de lluvia tenue golpeando el vidrio y pasillos oscuros que preferí no explorar y mejor dormir después de haber visto la energía de Adrian Belew y sus power boys.
Mi primera noche completamente sola, ni siquiera mi perra lamiéndome las orejas, tan sólo el diálogo a lo lejos de mis queridos vecinos (presiento que serán más que eso, entrañables quizá). María y Arturo, cada uno con su personalidad delineada, poetas bohemios, comprometidos con la palabra y tan amorosos que por ellos podría volver a creer en el amor.
Hoy, segunda noche, un tazón de cereal improvisado para beber té, Cocteu Twins, Bebel Gilberto, sonidos ajenos que me paralizan como chihuahueño tembloroso. Estoy bien, estoy bien, me familiarizo con el clóset setentero de mi cuarto y me digo: aquí no está el monstruo, aquí estoy yo, nada más.
gracias y, que disfrutes la vecindad con María y Arturo, ciertamente entrañables.
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