Ayer vi por primera vez Paraíso. Después de la proyección
hubo una sesión de preguntas. Aún no terminaba de asimilar la película cuando Mau hizo LA PREGUNTA:
Mau: ¿Qué te pareció la adaptación a cine? ¿Ves muchas diferencias?
Yo: Mmmmm, más o menos. Es que en mi historia la chica es la
que sugiere ponerse a dieta y en la película el chico es quién lo sugiere.
Público: ¡Noooooooooooo!
(Risas, muchas carcajadas)
Y no me queda más que reírme de mí misma, de mi lapsus, de
los nervios de hablar en público, de que me agarraron en curva y de que tenía
pocos segundos para contestar acertadamente.
Ahora podría dar mi respuesta:
Siempre habrá diferencias entre algo escrito y algo visto en
cine, lo cual obedece a que es una metáfora. En este caso la primera parte es
similar a mi historia, es decir, se pone a los personajes en un contexto, se
les muestra como son: amorosos,
compañeros y amigos. Después viene la otra parte, la que la guionista y
directora recreó acertadamente. Mi cuento es crudo, pero Mariana Chenillo pudo
mostrar lo entrañable de los personajes, su esencia.
Carmen es como yo la imagine, hermosa, tierna, con actitud y
fuerza; Alfredo logra la evolución de su personaje. Los dos van en declive
cuando su paraíso se vuelve un infierno, desolador, cuando las formas terminan
separándolos.
Fue muy emocionante oír las porras de mi novio, de mi
familia y de mis amigos en la sala 1 del Cinépolis, como si estuviera en un
concurso; también las felicitaciones de conocidos y extraños, las preguntas y
las respuestas tergiversadas (por los nervios, aclaro).
En el 2004 nunca pensé que esta película se fuera a
concretar. Hoy miro carteles en el centro de Morelia y recuerdo a Pablo, el
productor, que desde el día uno se enamoró del cuento y apostó por él. Y yo
recuerdo que un día mi querida prima Ana Paula me contó la anécdota de una
pareja con sobrepeso.
Así fue como decidí escribir sobre mi propio paraíso.
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