lunes, 29 de junio de 2009
Mi alimento
martes, 23 de junio de 2009
Ilusiones desmembradas
jueves, 11 de junio de 2009
Diván
Sigo enfrascada en mis pensamientos; que si no tengo trabajo; que si la renta ya toca; que si no sé hacia dónde moverme; que si preferiría vivir sola que con un ser intolerante; que si ya me quiero ir, que si ya me quiero ir ahorita; que ya si me quiero ir de esta ciudad; que si mi familia es muy misteriosa; que si hay algo oscuro en ella; que si tengo antojo de esquites; que si tengo sueño, que si le sigo temiendo a la mariposa negra, que si los laberintos jamás desaparecen.
Mis pensamientos se interrumpen 45 minutos después cuando mi analista me dice: "nos vemos la próxima semana".
lunes, 8 de junio de 2009
Lecciones
viernes, 5 de junio de 2009
Preguntas sin respuesta
martes, 2 de junio de 2009
Dos perfectos desconocidos
Cambió de paisaje por un mes pero no imaginó que también cambiaría de historia. Dejaría de lado la vida en común, los compromisos, el trabajo de más de doce horas, lo predecible.
La casa compartida durante diez años se borró y se transformó en un hotel ubicado en una de las zonas más céntricas de esa ciudad; la que ahora le pertenecía.
En la noche los sentidos se vuelven más agudos, así que aprovechando su estado solitario interceptó a la mujer del bar con el pretexto de que bailaba bien. Y ella se río. Español y mexicana terminan en la cama de hotel de esa ciudad. Dos perfectos desconocidos se sacan sin pudor la ropa y se mezclan entre las gélidas sábanas de un king size. A la mañana siguiente la mujer se va temprano y él se queda pensando en los diez años que lleva liado con su mujer, absorbido en costumbres, rutinas de pareja, unida quizá por la hipoteca de la casa.
Perros como dueños o dueños como perros
Eso de que las mascotas se parecen a su dueño es verdad. Mis vecinos, con los cuales no me interesa convivir por razones que después enumeraré, tienen mascotas, al menos dos de ellos.
El del piso de abajo tiene un perro negro que ladra ferozmente cada vez que estacionas el auto. A ese vecino a veces le da por mirar quién llega; al perro también, y como su dueño, no sonríe, porque es un hecho que los perros sonríen.
La vecina del segundo piso, una mujer con cabellos pintados y lentes como de Erick Estrada en Patrulla Motorizada, tiene un pastor alemán cachorro.También tiene un hijo, de más o menos 30 años de dudosa salud mental. Ese cachorro es huidizo y no se atreve a entablar una relación. Quizá herede la locura de su dueña, una mujer amargada a leguas que disfruta escribir frases amenazantes en los vidrios de los autos con lápiz labial: No te estaciones en la entrada… así adorno mi vidrio.
Yo tengo un labrador; casi todos lo conocen de oídas. Que si el jetty se comió los aretes de un matrimonio de más de 30 años, que si se dio un festín de caca, que si ronca como señor y se adueña de las camas, que si está drogado con esos ojos llorosos, que si se comió un pastel de cumpleaños entero, que en realidad siempre ha querido montarse a todos los perros, que si tiene un ligero retraso mental. Hugo, o sea el jetty, es tonto, pero yo no. Es distraído como yo y también tiene excelente olfato, como yo. A veces no conviene oler lo que no se debe porque luego uno descubre lo que tal vez no convenía saber. Como yo, le gusta que lo mimen y viajar de prado en prado (aunque sea al camellón más cercano). Hugo sonríe, yo lo he visto y también se entristece, se le ve en el rostro, sus ojeras lo delatan y la cara se le vuelve pomulosa; a mí también, aunque él sigue comiendo, yo dejo de comer y a veces he pensado en no despertar. Mi perro aunque cada vez más sordo, sabe escuchar. Entendió que ya no iba a vivir con él ni lo iba a sacar a pasear todos los días (como antes), entendió cuando en ese momento le dije que estaba enamorada y tenía que volar.
Los dos sabemos escuchar y callar cuando es necesario. Hugo y yo nos parecemos, hasta en el color. Nos gusta sonreír y mirar la luna cuando alumbra la tierra que habitamos.