martes, 23 de junio de 2009

Ilusiones desmembradas


Podría comenzar siendo la historia de una película romántica en la que los protagonistas, sin ser los más guapos y mucho menos los más populaIes se encuentran en medio de una fiesta. Y desde entonces no se dejan de ver. Esto sucede con David y Harriet, personajes que dan vida a la novela El quinto hijo, de Doris Lessing.

David y Harriet se han enamorado y de inmediato se casarán y de inmediato vendrán los hijos; uno a uno, los que el señor les mande, porque ambos creen en el poder de la naturaleza y no en ir contra ella. David tendrá que trabajar como burro para mantener a su familia, no hay elección, tampoco para ser independiente del dinero que su padre continuamente dará para la manada. Así, en una enorme casa en las afueras de Londres la pareja estará la mayor parte del tiempo rodeado de reuniones familiares, de pañales, de gritos, como siempre lo soñó Harriet. Hasta que nace el quinto hijo.

La familia feliz deja de serlo con la llegada de Ben. Ya desde el embarazo, Harriet había experimentado una sensación distinta que con los demás: “si alguna dosis de algún calmante mantenía quieto al enemigo (así consideraba ahora a aquella criatura salvaje que llevaba dentro) durante una hora, entonces aprovechaba al máximo el tiempo y dormía un sueño rápido, aferrándolo, absorbiéndolo, antes de saltar de la cama cuando despertaba con un empujón y un estirón que la ponía enferma”. Esto era quizá un aviso de lo que vino después: “ella alzó en el aire al bebé, que forcejeaba, pataleaba, lloraba de aquella forma peculiar, consistente en una especie de rugido o bramido, mientras se ponía blanco amarillento de rabia, en vez de colorado como un bebé normal”.

Poco a poco la atmósfera de “love is in the air”, se transformará en un ambiente oscuro, incluso terrorífico; ahora un pequeño monstruo domina todo cuanto está a su alrededor; el quinto hijo, además de parecer un gnomo colérico y hostil, resultará ser una criatura tétrica, capaz de provocar miedo a cualquiera. Los hermanos de Ben serán víctimas del ser, se atendrán a sus gritos, a su fuerza bruta, a sus chillidos, a sus modos, a sus pocas palabras, a su mirada turbia, a sus gruñidos. Harriet y David también serán víctimas del quinto hijo al grado de dejar de hacer el amor por temor a embarazarse y tener otro hijo. Como Ben.

Disfuncional, así terminará siendo la familia soñada de Harriet. Mientras Ben crece y convive con malvivientes, los demás hijos terminarán huyendo a internados o con familiares; David no dejará de trabajar hasta volverse taciturno, una sombra sin color.

Lo que atrae en esta novela es el conflicto interno de Harriet, la madre que sufre por ese hijo, por quererlo lejos y a la vez cerca. Remordimientos que se verán reflejados cuando lo recoge de la institución a la cual Ben fue enviado. La maternidad, supongo, y lo que viene después no es color de rosa. Fuera de toda idealización –espero que no me tachen de insensible por el hecho de no haber tenido hijos– creo que las madres tienen derecho a cuestionarse lo relacionado con la procreación, su papel, el tener consentidos e incluso el no haberse emocionado como con el primer hijo, el desear su partida, el querer su individualidad. La madre tiene derecho, pero Harriet se lo negará continuamente.
Conocida por El Cuaderno Dorado, Doris Lessing nació en 1919 en Kermanshah, Persia (actual Irán). Su obra abarca temas que van desde obras de contenido social y político (The grass is singing), hasta thrillers psicológicos o de ciencia ficción (Canopus). Cuentan que esta mujer de ochenta y tantos años es sencilla, callada y a la vez carismática, que le da por escribir en ciertos cafés, que tiene muchos gatos y suele darle de comer a los pájaros mientras está en el jardín de su casa. Esta mujer, de rostro de abuela bonachona, es defensora del feminismo, pero no feminista; se casó dos veces y fue simpatizante del Partido Comunista Británico. Además participó en varias campañas contra las armas nucleares, de hecho le fue prohibida su entrada a Sudáfrica debido a sus duras críticas al régimen, al igual que en Rhodesia.

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