En una fiesta los convidados no ladran. Pero él me enseñó a hacerlo como los perros: hacia adentro, nunca guau guau o wow, como el de Slim. La sensación de ladrar desde adentro es rara, como quizá sentiría alguien cuando lo hieren y sale su voz entrecortada; es como un ahogo.
Esa noche mi objetivo lejos de ligarme a alguien fue ladrar, como una auténtica perra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario