martes, 2 de junio de 2009

Dos perfectos desconocidos


Cambió de paisaje por un mes pero no imaginó que también cambiaría de historia. Dejaría de lado la vida en común, los compromisos, el trabajo de más de doce horas, lo predecible.

La casa compartida durante diez años se borró y se transformó en un hotel ubicado en una de las zonas más céntricas de esa ciudad; la que ahora le pertenecía.

En la noche los sentidos se vuelven más agudos, así que aprovechando su estado solitario interceptó a la mujer del bar con el pretexto de que bailaba bien. Y ella se río. Español y mexicana terminan en la cama de hotel de esa ciudad. Dos perfectos desconocidos se sacan sin pudor la ropa y se mezclan entre las gélidas sábanas de un king size. A la mañana siguiente la mujer se va temprano y él se queda pensando en los diez años que lleva liado con su mujer, absorbido en costumbres, rutinas de pareja, unida quizá por la hipoteca de la casa.

Al día siguiente volvió a su trabajo en aquella ciudad que ya le estaba perteneciendo. Sin embargo su vida se había sacudido desde aquella noche con la mujer desconocida, a la cual no dejó de ver. La mujer aceptó sus invitaciones, sus insinuaciones, sus besos, su vida del otro lado del mar. Se les veía contentos, pero también con cierta nostalgia, pues pronto la historia volvería a ser de lunes a domingo y de domingo a lunes, especialmente para él. Le gustaba la identidad que había cobrado en esta ciudad, se sentía como esos niños que atrapan bombas de jabón sin parar. Sin embargo en unas cuantas tomaría el avión rumbo a su verdadero paisaje, ese que desde hace diez años se mantiene igual.







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